Nadando por la vida


Consejos, trucos y reflexiones de un recordman del mundo de natación
-Libro NO editado-
Publicación quincenal de capítulos en este blog

31 de mayo de 2011

12. Natación y aprensión

Alfredo Joven


Desde bien pequeño estuve relacionado con el agua, pero a los 16 años comencé, de manera más o menos formal, a enseñar a nadar. Mi relación con el medio casi siempre fue muy agradable, afectiva incluso, pero poco a poco descubres que no es así para todo el mundo. Recuerdo una vez -en un curso de verano- en el que vino una persona, un hombre de mediana edad; quería aprender a nadar. En principio eso era normal, el hecho extraño es que aquel cursillista no era de la zona, venía de bastante lejos para realizar el curso y, además, en aquel grupo era el único hombre. A principios de los años 80 todavía, en muchas localidades, lo de la natación para los adultos no estaba muy extendido. Ramón era el nombre de nuestro protagonista inscrito y decidido a aprender a nadar.
El primer día que lo tuvimos en clase apenas pudo familiarizarse, fue incapaz de meter medio cuerpo en el agua. Él quería pero aquello le repelía, lo veíamos sufrir y no pudimos resistir preguntarle por esa obsesión en el aprendizaje de la natación cuando era evidente que tenía mucho miedo al agua. Él respondía con frases como “he pasado por malas experiencias”, reconocía que el agua le daba miedo pero que era su obligación aprender, que en realidad era un compromiso y debía cumplirlo. Estas respuestas nos parecían extrañas pues su intención no era acceder al cuerpo de bomberos o de algún organismo o institución que tuviera como requisito superar pruebas de natación, por lo que era realmente sorprendente, intrigante e incluso preocupante cuando le veías casi llorando en el momento que intentaba soltarse del borde de la piscina. Yo le invitaba a salir y a descansar, y había ocasiones en las que padecíamos más los monitores que él mismo por no saber el motivo de su tristeza y de sus reacciones.

Un día decidimos intentar descubrir sus temores de otra manera, con otra estrategia y, al acabar la clase, le pedimos por favor si podía quedarse a echar un vistazo a unas ventanas de aluminio que teníamos, pues él era instalador de carpintería de aluminio. Aprovechamos el momento para -una vez fuera del recinto- entrar al problema. ¿Qué pasa Ramón? Y no nos digas cosas a medias, por favor queremos que te sientas bien... él, por fin, viendo que nosotros sufríamos nos dijo: me he propuesto que mis hijos aprendan a nadar y quiero enseñarles yo, pero primero debo superar mis miedos y mi propia historia.- ¿Tu historia?, preguntamos. Pues sí, respondió, cuando yo tenía seis años caí en el canal de mi pueblo jugando con mi hermano y él se tiró para salvarme y no sé cómo ocurrió pero él se ahogó y yo no.
A Ramón se le humedecían los ojos. Treinta años después se sentía culpable de algo que no tuvo que ver con él y siempre tuvo odio al agua hasta que tuvo hijos y pensó que aquello no podía volver a ocurrir. Su objetivo era aprender a nadar y sabiendo que podría estar cerca de sus hijos enseñarles correctamente y evitar una desgracia igual. El recuerdo de su hermano era el tormento, el trauma pero, también, el estímulo para ello.
Nosotros nos quedamos mudos, nos miramos y no supimos que decir. Finalmente, al día siguiente, le propusimos un horario diferente con un trabajo mucho más personal y, poco a poco, fue superando sus temores que se somatizaban profundamente en el agua. Al final del verano ya nadaba sólo y su actitud y carácter habían cambiado. A principios de septiembre nos dijo “creo que he vencido y me he reconciliado con el agua. También me he dado cuenta de que no soy el más indicado para enseñar a mis hijos y voy a llevarles donde estéis vosotros haciendo clase. Yo iré a jugar con ellos, pero ellos deben aprender con expertos”.
Y así fue, sus hijos, niño y niña, aprendieron aquel invierno e incluso la hija llegó a dedicarse durante algún tiempo a la natación de competición.
Lo veíamos cuando llevaba a su hija a nadar y siempre que podía nos recordaba su odio primario y posterior amor al agua. Como el amante despechado había querido volverle la espalda y después, con voluntad indomable, regresar y redescubrir aquello que había escondido bajo un grueso manto de dolor y de recuerdos tristes para descubrir la belleza y la sonrisa de sus propios hijos y poder jugar con ellos en el líquido elemento.

Si no chocamos contra la razón nunca llegaremos a nada.
Albert Einstein



17 de mayo de 2011

11. El Waterpolo no destruye nadadores

He tenido que oír en estos largos y dilatados años de mi etapa como nadador absoluto de élite, como entrenador de nadadores de categorías, como jugador de waterpolo y como nadador máster, una afirmación muy gratuita entre los nadadores, nadadoras y determinados padres y familiares, supongo que impulsada por algún entrenador que no habría tenido experiencias positivas con el waterpolo y no conoce los beneficios de este gran deporte. La frase en cuestión viene a ser algo así: No hagáis waterpolo, porque destruye la natación, porque altera los estilos. ¡FALSO!. Dejarme que lo diga alto y claro: Es rotundamente falso!.
El waterpolo, como sabéis es un deporte de equipo acuático, en el que los jugadores deben nadar. Y cada día deben de nadar mejor, porque la velocidad de desplazamiento es muy importante, y porque lo más importante de cualquier deporte de equipo con portería, es marcar gol. Y para marcar gol, alguien tiene que desmarcarse, y para desmarcarse hay que nadar muy rápido y técnicamente bien. No hay otra ley. Por eso, la permeabilidad entre el waterpolo y la natación debería ser constante en las etapas de educación física y acuática (de los 8 a los 15 años, aproximadamente).
El waterpolo enriquece a la natación, perdón enriquece al nadador. Y lo justificaré.
El waterpolo consta de unos 60 gestos técnicos. Crol, braza, espalda, pies de bicicleta, agarre y armado de balón, pase frontal, pase lateral, pase de revés, pase de palmeo, recepciones a la mano, al agua, arrancada, parada, salto, giro, equilibrio, protección de balón, lanzamiento frontal, con bote, sueco, boszi, de revés, horizontalizado, de cuchara, finta de lanzamiento, finta con giro, finta lateral, finta con autopase, presión y agarre al adversario, control al adversario, desplazamientos en posición horizontal en ataque y defensa, interceptaciones, anticipaciones, etc. He querido citar, sólo, unos cuantos gestos técnicos para que se pueda valorar la complejidad técnica individual que presenta este deporte acuático.
Sigo defendiendo que un buen deportista del medio acuático es aquel que domina completamente el medio acuático, que está perfectamente adaptado a él y que es capaz de dominar las máximas técnicas posibles. Eso le enriquecerá motrizmente y le aportará muchos recursos en el deporte que, finalmente, elija.
Pero no. Hay personas y profesionales que no lo quieren entender. Que quieren separar y trazar una línea perfectamente clara entre un deporte y otro. Que no exista permeabilidad. Y que a los 15 o 16 años, cuando el nadador ya está aburrido de entrenar tantos metros, y ve que los topes regionales, nacionales o mundiales están tan lejos, deja la natación hastiado y no está en condiciones -ya- de poder hacer otro deporte acuático, o de poder hacer waterpolo, porque ya llega tarde.
La natación, desgraciadamente para nosotros, sólo tiene 10 técnicas. Salida, salida de espalda, crol, braza, mariposa, espalda, viraje de crol, viraje a dos manos, deslizamiento y llegada. Puede haber alguna cosita más, soy consciente. Pero poco más. Todo termina aquí. No se puede comparar la alta riqueza motriz del waterpolo con el justito aprendizaje motriz que representa la natación. La permeabilidad está clara y el que no la quiera aceptar es corto de miras o es que cree que todos los nadadores y nadadoras emigrarán al waterpolo. FALSO!. Por eso debe de existir una buena dirección deportiva en el club que permita la decisión de qué deportistas deban realizar el deporte de la natación y qué deportistas deban ser waterpolistas. Porque todos los entrenadores de categorías ya sabemos, casi con toda exactitud, cuántos (pocos) nadadores y nadadoras llegarán lejos y cuántos (muchos) no llegarán. Lo sabemos. Lo saben.
¿Porqué algunos aún se siguen mirando el ombligo?
Existen muchos casos de permeabilidad en la historia del medio acuático. Me gustaría citar alguna.
Manel Estiarte. El mejor jugador del mundo que el waterpolo ha creado. Como dice Josep Claret, que lo conoce bien: Era el Dalí del waterpolo, un genio.
Tuve la fortuna de entrenar con él en mi época de portero de waterpolo del CN Barcelona, en la que quedamos muchos años campeones de Liga y en 1981, campeones de Europa de campeones de Liga y de la Supercopa. Fue un placer entrenar con él y experimentar lo difícil que era pararle un balón en los entrenamientos, a este gran jugador.
Una de las anécdotas fue la siguiente. En el campeonato de España de Natación (en Madrid, creo recordar) el campeón de España de 100 m libres (piscina de 50) había ganado la prueba en línea con 54 segundos y pico. En las pruebas de relevos de 4 x 100 m libres, el CN Manresa, equipo al que pertenecía Manel, antes de fichar por el CN Barcelona, estaba inscrito en la prueba de relevos, pero uno de los relevistas enfermó. Llamaron a Manel para poder nadar el relevo. Él se desplazó, ese mismo día de Barcelona a Madrid, para nadar y ayudar a su equipo. Fue la mejor marca y nadó por debajo de la marca del campeón de España (en posta interna), pero da igual, sin prepararse mentalmente, sin depilarse, viajando el mismo día, apenas sin calentar. Un superclase. Todos nos susurrábamos eso en el campeonato. Era la comidilla, la anécdota curiosa.
Manel, cuando ya entrenaba y jugaba en el CN Barcelona, le había visto hacer marcas de escándalo. Kalman Markovits, uno de los mejores entrenadores del mundo de waterpolo, en esa década de los 70 y 80, nos hacía unos test de velocidad los sábados por la mañana. En estas tomas de tiempo habíamos visto nadar a Manel, los 100 m libres en la piscina corta de la Escollera, en 53.2 segundos. Por aquella época, eso era muy bueno, pero él -con su conocida humildad- no le daba importancia.

Otro nadador-waterpolista fue el gran Matt Biondi. Más jugador de waterpolo que nadador, Biondi reunía unas magníficas condiciones para la natación, aunque siempre se había inclinado más por el deporte de equipo que no por el individual. Entró a formar parte del equipo de natación de Walnut Creek, y más tarde de la Universidad de California-Berkeley, aunque dedicándose -como hemos dicho- más al waterpolo que a la natación, lo que le permitió -según él- adquirir aquella punta de velocidad que le permitió brillar años más tarde en la natación. En 1984, y viendo que en los encuentros “duales” interuniversitarios, conseguía buenas marcas en las pruebas cortas, se apuntó a los trials que clasificaban para los JJ.OO. que debían disputarse en Los Ángeles. La victoria del equipo USA en el 4 x 100 m libres, en aquellos Juegos (3:19.03) además del récord mundial, y teniendo en cuenta los 49.67 con los que había nadado el tercer relevo, animó a Matt a seguir con la natación, compaginándolo mientras pudo con el waterpolo, aunque, llegado el momento, no dudó en abandonarlo, para proseguir con mayores posibilidades su carrera de nadador. Termina la temporada como sexta mejor marca mundial de los 100 m libres, con los 50.23 de los trials. En Sidney-2000 fue campeón olímpico.

Se habla, también de Peter van den Hoogenband (vdh) que sus inicios fueron en el waterpolo holandés y luego decidió especializarse en la natación. Otro campeón olímpico.
Estoy completamente seguro, viendo las cargas que los grandes equipos de waterpolo realizan en la actualidad, que los waterpolistas de hoy, en las pruebas cortas de 50 o 100 m libres, la velocidad de nado es casi igual o superior que algunos nadadores de élite, siguiendo lo experimentado por Matt Biondi. Pero un nadador ha trabajado muy bien la salida y el deslizamiento, cosa que el waterpolista no. Y seguro que es ahí donde le saca la ventaja, porque nadando lo dudo.

El waterpolo es un entrenamiento complementario muy válido para el nadador y la nadadora. Aprende técnicas nuevas, mejora su fuerza, mejora la capacidad de cambiar de ritmos y mejora la velocidad. Y además se divierte…, cosa que a algunos les revienta.

Lo divertido es lo contrario de aburrido, no lo contrario de serio.
Gilbert Keith Chesterton