Nadando por la vida


Consejos, trucos y reflexiones de un recordman del mundo de natación
-Libro NO editado-
Publicación quincenal de capítulos en este blog

23 de enero de 2011

4. Natación e implicación

Sentirse implicado en un proyecto siempre te da un objetivo por el que trabajar. Nadar en compañía de un grupo sintiéndote importante y con un técnico que sepa desarrollar tus mejores cualidades y que te trate con respeto y como a una persona normal, lo es todo. Los valores y los sentimientos de adhesión que se obtienen son indestructibles y suelen generar un estímulo añadido. Pero si entrenas sólo, tampoco debe existir ningún problema. Puedes sentirte totalmente implicado si el proyecto es vigente, si los objetivos son claros, aunque entiendo que es más difícil. Por esta razón os quiero contar el sentimiento de una experiencia en el que la implicación al proyecto generó buenas sensaciones.

Como nadadora que he sido y soy, quiero manifestar que, por una serie de razones, le he encontrado sentido a mi regreso a la natación. Y esto tiene que ver con una experiencia que quiero compartir con todos vosotros.
Tras el verano de 1978 y con el inicio de las clases, los horarios de entrenamiento de natación de mi club de origen, no se me adaptaban porque tenía que ir a clase por las tardes de 16 a 21 h y me era imposible ajustarlo con los horarios de entrenamiento de mi club.
El centro formativo donde tenía que estudiar estaba muy cerca de las instalaciones del Club Natació Catalunya. Se nos ocurrió que si solicitábamos a éste club la opción de entrenar allí quizás podría mantener mi actividad deportiva. Mi club, solicitó la opción de poder ir a entrenar al mediodía en el CN Catalunya, y así hacerlo coincidir con su horario de entrenamiento y mi entrada al Colegio. Un día nos dieron la noticia de que no había ningún problema para que fuera a entrenar con el equipo de natación y eso me llenó de alegría y además de orgullo ¡poder ir a entrenar en un club tan grande y formador de campeones/as!
El CN Catalunya estaba relativamente lejos de mi domicilio y los montajes que me tenía que hacer para poder conciliar entrenamientos, comidas en casa y asistir a mis obligaciones académicas representaban un gran sacrificio. Pero era la única manera, o dejaba la natación. Cada día tenía que tomar dos autobuses para llegar a la piscina desde casa y andar más de veinte minutos. Pero lo hice encantada…, y cada día más.

Tengo que reconocer que fue la etapa de mi vida deportiva más gratificante como persona, porque me sentí muy implicada en el equipo, y como deportista, porque conseguí mis mejores marcas. Jamás me hubiera imaginado que encajaría en aquel club, y eso que nunca tuve licencia por el CN Catalunya.
En cada entrenamiento el semblante serio del Sr. Alejandro López nos imponía, nos hacía trabajar a todos, nos hacía mejorar y nos animaba cada día a hacerlo mejor. Era un gran entrenador.
Pero a los pocos días de llegar al CN Catalunya me enteré que, desgraciadamente, Alejandro ya estaba enfermo, y físicamente tenía -siempre- aspecto cansado, de haber pasado mala noche y de no descansar bien. Pero cada día estaba ahí, no fallaba nunca. Llegábamos los nadadores, y él ya tenía en la pizarra el entrenamiento del día, y uno a uno nos acercábamos a él, nos saludaba estrechándonos la mano y, cariñosamente, nos daba unos “buenos días”, que no serían del todo buenos para él, precisamente.
Desde un punto de vista deportivo, me sentía muy bien, notaba que iba mejorando y eso me hacía sentir más segura de mi misma y me daba fuerzas para seguir entrenando mejor día tras día.
Le tenía un gran respeto y un aprecio indescriptible, admiraba su entereza, su profesionalidad y su entrega en el trabajo diario.

Su enfermedad iba avanzando, pero él no abandonaba, luchaba con todas sus fuerzas y eso se respiraba cuando nos hablaba, cuando nos corregía, cuando nos animaba…
A veces, al final del entrenamiento, me sugería quedarme un poco más para hacer algún ejercicio específico de técnica o de mejora de los virajes, y así corregir mi estilo de espalda. Lo hacía encantada, me hacía sentir especial, me hacía sentir importante, se preocupaba de mí y nunca podré olvidarlo. Porque, además, nunca me había planteado cambiar de club y, en teoría, no tenía porqué dedicar tanto tiempo en exclusiva a una deportista que no le proporcionaría resultados directos. Pero él era un profesional.

El 24 de noviembre de 1979 falleció -tras una larga enfermedad- un gran hombre, un gran entrenador, el Sr. Alejandro López, a los 37 años de edad.
Conservo todavía, desde hace 30 años, dos cosas que simbolizan el inicio y el final de la etapa en la que tuve el privilegio de conocer al Sr. Alejandro López. La primera es un escrito del CN Catalunya conforme estoy autorizada a “pasar a piscina en horas de natación”, textualmente, con fecha del 17 de noviembre de 1978. Y la segunda, es su esquela, justamente un año después, de 24 de noviembre de 1979.
Y lo seguiré guardando toda mi vida.

Esta historia es una experiencia muy personal, y me gustaría que sirviera para rendir homenaje a un hombre que me hizo ver y sentir muchas cosas positivas en mí, que creía que no tenía. Que me hizo sentir implicada en un equipo que no era el mío. Que me hizo sentir que la natación era vida, que la natación era un acto de humanidad. Ahora me he dado cuenta… Y siento -todavía- nostalgia y mucho cariño al recordarle.
Después de su fallecimiento dejé la natación absoluta. Ahora, que estoy en la Natación Máster cada semana le dedico un entrenamiento porque siempre existe un instante que me recuerda algo de él.

Pero me gustaría que, también, supierais que -hoy- existe una niña, ya una mujer, que en su honor y en su recuerdo, se llama Alejandra.
Seguro que el recuerdo de Alejandro López vive en muchas de nosotras.

Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.
Albert Einstein

3 de enero de 2011

3. Pere Binat

Pere Manuel
Sigui l’hora que sigui algunes persones sempre el veuen; sempre li troben. Per elles, aquell vellet de cara agradable, de paraula pausada i de somriure permanent es a la plaça que hi ha al final del passeig del riu que no fa massa anys van construir, just després de les obres de canalització del riu i d’enjardinament de les bores de la llera.
Ningú recorda haver-lo vist, ni a la plaça ni al poble, abans de les obres, però ara, per aquelles persones, es habitual.
S’asseu al mig del banc, perquè així pot tenir gent a una banda i l’altre; vol sentir-se envoltat. I explica històries.
No es pot saber si son la seva història o es tot un invent, però les explica molt be, amb veu melosa i captiva al públic, sigui gran o petit.
La que més vegades explica es la d’En Pere Binat. A la gent li agrada molt.
Al poble, ningú s’explica com ni perquè li han posat aquest nom a la plaça. Va ser un episodi que el propi ajuntament no ha sabut explicar mai; els tres encàrrecs que se’n havien fet del senyal amb el nom, que no era Pere Binat, havien arribat amb aquest nom i ningú podia explicar perquè s’havia trastocat el de Plaça de la Mirelli, que era el que li volien posar i l’ajuntament va acabar acceptant de plantar el senyal amb el nom de Pere Binat aprofitant que, per llavors, la Mirelli tenia molt mala premsa al poble doncs havia acabat tancant portes després de molt de temps de fer gabiejar als treballadors i de molts anys de fer miralls, donant feina a molta gent del poble.
El relat començava amb el primer naixement d’en Pere, quan el pare s’entestava en anar a peu a cercar la llevadora i la mare li va exigir que anés amb bicicleta tot i que era mitjanit.
Aquest fet servia a la mare per deixar en evidencia la parsimònia del pare.
Tot i la bicicleta, quan va arribar la llevadora en Pere ja havia sortit i esperava sobre el pit de la mare que la llevadora li fes les operacions d’arribada a la vida humana. Això era els més habitual per llavors a casa de la gent treballadora.
En Pere va ser un nadó sà, força menjador i bon dormilegues; no va causar problemes a sa mare però quan tenia poc més de tres anys va succeir el gran problema.
Els pares d’En Pere, com molts d’altres en el poble, conreaven un hortet. Era un ajut a la precària economia familiar, fruit de treballar solament el pare havent la mare d’estar a casa fent-se càrrec de l’àvia i dels germans que encara eren a casa.
L’hort era al fons d’un terraplè que hi havia entre la casa i el nivell del riu; un caminet portava des de la casa a un petit sender que baixava inclinat al que no era una altra cosa que un espai de terra guanyat a base de molta feina a la bardissa, al canyar i a la malesa del marge dret del riu que després de banyar tota l’esquena del poble arribava allí i començava una gran corba a peus de la Mirelli.
Era un espai rectangular i pla, en el qual era fàcil dibuixar-hi els solcs per regar i les divisions per distribuir-hi els conreus, els tomàquets, les patates, les cebes, els pebrots i albergínies, bledes, cols i espinacs, alls i bitxos i en els costats curts, per sobre dels matolls d’una banda una gran arbre de flor de saüc i a l’altre, arran de terra un pou; per sobre del nivell de terra dos o tres filades de pedra marcant el rodo de la boca del pou i un petit diposit dotat de tres sortides per tal de poder dirigir l’aigua vers el solc més directe a la zona de regar.
L’aigua pujava del pou a mà; hi havia un llarg tronc que feia balanci; en un extrem una pedra pesant que feia de contrapès i alleugeria l’esforç quan el poal penjava ple de la corda que hi havia a l’altra extrem del tronc.
En Pere, hi va passar moltes estones veient com l’aigua del poal sortia per un forat del petit distribuïdor, corria pel solc que tocava i anava a cercar el primer reng i li agradava molt veure que, un cop ple el primer reng, el pare deixava el poal i agafava el xapo i, d’un sol cop, agafava prou terra per tapar l’entrada del primer reng i l’aigua seguia recte i ràpid a cercar el desviament cap el segon.
Al cap de molts anys, va saber que se’n deia per inundació a aquesta forma de regar; quan l’aigua va a començar a anar escassa algun estiu i els ecòlegs van pressionar moltíssim per tal que la societat en general generés una nova cultura de l’aigua.
Recordava com, a vegades sense cap raó clara, i en qualsevol punt de recorregut l’aigua començava a desaparèixer, la terra l’engolia i no hi havia manera que avances pel solc. Llavors el pare amb el xapo a la mà seguia el recorregut de l’aigua i endevinava on s’havia fet el forat; amb uns quants cops de xapo, arrencant terra del marge per no desfer els cavallons, taponava el forat i l’aigua tornava a agafar velocitat per omplir el reng.
Generalment l’hort era cosa del pare; la mare baixava a collir allò que podia necessitar pel dia, però també es cert que, algunes vegades, s’agafava a l’eina i dedicava una bona estona a la feina de l’hort.
Una tarda d’estiu, en Pere no havia arribat als tres anys, la mare va baixar com tantes altres vegades a l’hort amb la idea de collir uns quants tomàquets i un enciam; no es quedaria a fer-hi res més, doncs s’estava enfosquint i s’albirava una tarda típicament d’estiu, amb algun temporal inclòs.
En Pere va quedar a una banda de les altes mates de tomàquets mentre la mare mirava a l’altre banda; al final del reng va a tornar a fer un cop d’ull al voltant per controlar al petit que amb prou feines caminava dret per entremig de solcs, cavallons i mates i de sobte...l’esglai: en Pere havia desaparegut del seu camp de visió.
Quedava força apartat però la primera idea va ser el pou; va sortir del reng de tomaqueres, va travessar els de pebrots, trepitjant les pastanagues i trencant una escarola; no va veure al Pere en cap moment, però no calia ella corria a on era en Pere, segur! Va abocar-se al forat del pou i, tot i saber-ho, es va espantar més: en Pere era efectivament al pou.
El lloc on estava el pou feia que el nivell freàtic de l’aigua es trobés a poca profunditat, per tan el pou no tenia mes de dos metres de fondària i l’aigua poc més d’un metre de profunditat; al mig del pou i al damunt de l’aigua, surant de panxa en l’aire, estava, aparentment tranquil, en Pere; no plorava, no es movia; surava i mirava cap amunt cercant la figura de la mare.
Allò va donar uns segons de serenor a la mare i en qüestió d’instants va encertar a recollir una de les canyes senceres que havien sobrat de les guies de les tomaqueres, treure-s la bata i les sabatilles de retaló. Mentre li repetia amb en Pere que estigués quiet, que no passaria res, va baixar la canya al pou deixant-la dreta repenjada a la paret del pou, va mirar les pedres de la paret intentant esbrinar per on es deixarien baixar millor, va seure a la bora del pou, es va girar de cara a la paret i va començar a baixar.
El temporal també; amb el soroll del temporal des dins el pou va donar-se compte que tampoc s’havia parat a demanar ajut, senzillament era absurd intentar que a casa, o ningú, sentis els crits de socors.
Després de relliscar alguna vegada, va arribar al fons tal i com volia: sense provocar molt moviment a l’aigua que pogués desequilibrar a en Pere i el va abraçar amb totes les seves forces; entre l’aigua del pou i la forta pluja les llàgrimes semblaven insignificants per molt que diguessin tota l’emoció que representava tornar a abraçar al seu fill...¡viu!
La primera part estava feta i en quedava una segona tan angoixant com la primera: sortir tots dos del pou.
La idea de la canya era bona; enganxar al Pere a un extrem de la canya, fer-lo gatejar per la paret del pou fins dalt, que caigués cap fora i que........es quedés quiet fins que ella pogués remuntar la paret de pedres.
La canya era prou gruixuda però molt llarga; la poca flexió que li podria donar no permetria enganxar la roba del Pere; si en partia un tros hi havia el perill que després no arribés dalt de tot.
Va alegrar-se d’haver resolt instantàneament que la canya havia d’entrar al pou per la part prima; això li permetia ara poder-ne tallar un tros i conservar una llargada suficient de canya prou gruixuda.
Arrambada contra la paret, la flexió de la canya donava just per fer passar l’extrem per el bolquer d’en Pere i, per sota la bata, fer-la pujar amunt fins a travar-la just per sota del coll de la bata, amb la qual cosa aquesta peça de roba feia les funcions d’arnès i el bolquer mantenia la canya prop de l’esquena evitant d’aquesta manera que el Pere es gronxes a la punta de la canya.
Va ser una llarga estona de patiment; les relliscades, el desequilibri, la pluja, el pes del Pere; finalment en Pere va caure a l’altre banda de l’escassa barana del pou: a terra.
Llavors i solament llavors, la mare es va deixar anar cridant amb tota la força per alliberar tota la tensió acumulada; en Pere estava salvat, ella......era igual! Però després de cridar una estona, amb renovada calma, va començar a trepar per la paret i cridava i trepava, sota la pluja, enganxada amb ungles i dens a les pedres i cridant, ara al Pere, que s’estigués quiet que no es mogués per res ni en lloc.
Quan va arribar a treure el cap pel damunt de la darrera filada de pedres, en Pere estava assegut jugant i allò li va donar forces per acabar de remuntar.
Va embolicar al Pere amb la bata ben xopa, es va calçar i va enfilar el caminet cap a casa. L’avia i un germà els van donar tota l’atenció que ambdós necessitaven.
Sempre que la mare explicava aquest episodi d’aigua, crits, dolor i por però amb un final absolutament feliç, tornava a tenir la sensació que havia estat com un segon part per ella i per ella, en Pere havia nascut dos cops i intuïa que el segon l’havia lligat per sempre a l’aigua, sempre mes l’aigua seria el cordo umbilical del Pere amb la natura.
La mare mai va explicar aquesta darrera part però va viure amb orgull, i a vegades amb un cert temor, totes les experiències que en Pere li relatava i que sempre, d’una manera o altre, tenien relació amb l’aigua fos de piscina o d’oceà, de riu o de llac, del nord o del sud, dolça o salada, calenta o freda. Certament, en Pere va viure tota la seva vida a l’aigua, amb i per l’aigua i de l’aigua.
A la volta de molts anys, la mare ja en feia molts que no hi era, en Pere va tornar al poble; no l’havia ni tan sols visitat dansà l’enterrament del pare i d’això feia també molts anys.
Quan va sentir aquell desig tan tranquil, tan serè, tan dolç i tan intens. En Pere va saber que aviat seria hora d’abandonar el cos.
Es dirigí cap al riu i, una mica decebut, va veure les obres que estaven fent. Un tros amunt les obres estaven acabades, l’aigua del riu baixava omplint una llera perfectament delimitada per murets de pedra, a banda i banda hi quedava un tros d’herba i seguit el talús fet amb gran pedres per salvar el desnivell fins l’alçada del poble.
Amb tot aquest enrenou ben segur que ja no hi seria, pensava mentre s’endinsava entre les canyes, el bosc de ribera i trossos de terra remoguda; i, de sobte, la minsa paret de tres filades que havia estat la boca del pou, ¡el mateix!
Hi havia força malesa i ja no era tan profund, ben segur que algú volgué tapar-lo però va quedar amb intent inacabat.
Quin goig!, va pensar. Apartant una mica les noses va ficar-se al pou i va seure amb l’esquena contra la paret; la tarda s’estava enfosquint i s’albirava típicament d’estiu, amb algun temporal inclòs. Li resultava tan familiar la situació, sentia una pau tan profunda!; va tancar els ulls i començà a dir en veu baixa, com si fos un mantra : - Hola mares, torno dins vostre.
Ben d’hora al matí, les màquines van colgar el pou; tocava el torn d’obres a la corba de la Mirelli; s’havia de començar a fer el moviment de terres per acabar sanejant la llera i la bora del riu; quedaria un bon tros de passeig de riu ¡ah! i una plaça, la plaça que mai es diria Mirelli.