Nadando por la vida


Consejos, trucos y reflexiones de un recordman del mundo de natación
-Libro NO editado-
Publicación quincenal de capítulos en este blog

24 de abril de 2011

10. La Natación Master es un deporte para jóvenes, adultos y mayores. Es un deporte del club

La natación es un deporte de todos, es un deporte para todos.
En el momento que un nadador con 19 o 20 años (20 años en España) decide entrar en la categoría Máster está invirtiendo en un gran valor. Distinto al practicado en su época de nadador absoluto, en cuanto a exigencia, sesiones de entrenamiento, cargas de entrenamiento, competiciones, obligación de nadar unas pruebas determinadas, pasar tests aeróbicos de largas distancias, etc. Esto se termina al ingresar en la etapa Máster. Y puede ser una etapa muy fructífera. Estoy convencido que un gran nadador se formará entre los 20 y los 35 años (como luego argumentaré). Lo anterior sólo debe servir como proceso de adaptación al medio acuático en un rendimiento alto, pero tengo la certeza que antes de los 20 años se quieren quemar muchas etapas en España. Se quiere encontrar al gran nadador español, a la medalla olímpica antes de los 20 años. Y eso es casi imposible. Deberíamos invertir a largo plazo, deberíamos mimar a nuestros pocos nadadores y nadadoras algo más, deberíamos dejar que se divirtieran mucho más en el agua, para que amen el agua, para que vean en este deporte un futuro, una forma de vivir, un estilo de vida. Pero no, vemos que a los 19 años, como mucho, han desaparecido de la faz de las piscinas buena parte de toda una pléyade de nadadores con gran potencial en categorías infantiles, cadetes y juveniles de muchos clubes que, hartos de tantos metros, se despiden aburridos de este deporte, saliendo por la puerta de atrás. ¡Qué lástima!
Y observamos que, en la categoría premáster (20-24 años), los nadadores y nadadoras que participan son de un gran nivel y empiezan a ver las bondades de la natación. Encuentran en la Natación Máster un valor distinto al que tenían en la Natación Absoluta. Y deciden invertir.

Si los jóvenes adultos y velocistas (20 a 24 años y 25 a 29 años), pueden encontrar en este libro una forma distinta de trabajar que les permita coordinar sus quehaceres académicos, laborales, familiares y de ocio, estaremos invirtiendo en nuevos valores de la Natación y os puedo asegurar que podéis mejorar vuestros registros de hace pocos años y tener una vida muy sana. En términos generales, las primeras categorías máster en España no tienen un nivel de marcas relevante. Parece que los mejores registros aparecen a partir de la categoría +30, cuando estos nadadores y nadadoras parecen ya tenerlo claro y ha pasado un cierto tiempo de la saturación acuática de la adolescencia.
Si consultáis la tabla de récords màsters podréis observar como en nuestra primera categoría (+25), los registros no son tan notables como en la categoría +30. Es más, el 90% aproximadamente de los registros de +30 son mejores que los de las categorías anteriores, lo cual no tendría lógica, desde una perspectiva, digamos, evolutiva. Lo mismo sucede con la categoría premáster respecto a la de +30, pero la página de la RFEN no ofrece los récords de esa categoría +20.

En cambio, los adultos (+30 a +60) ya han encontrado el motivo de nadar. Empiezan a ser fieles a su deporte y si, deberes familiares con hijos pequeños o mayores y otras obligaciones laborales no lo impiden, es un grupo muy centrado en la Natación Máster. Espero también que este grupo de adultos, si son velocistas, vean que existe otra forma de prepararse, sin excesivas horas de dedicación e intentando conciliar todos los ámbitos de la vida.
Si consultáis la tabla de récords de la RFEN podréis ver, por regla general, una correcta regresión de marcas en relación a cada categoría, tanto en el género masculino como en el femenino.

Los adultos mayores (+65 a +95), son perfectamente conscientes que la Natación ya será un estilo de vida, una forma de vivir, de competir a gran nivel incluso, de hacer turismo, de sentirse vivos y admirados. Son el reflejo, la imagen y, para mí, el objetivo de la Natación Máster.
Y ojalá, estos tres grupos de nadadores y nadadoras (jóvenes adultos, adultos y adultos mayores) pudiéramos ser imagen y reflejo para la Natación Absoluta, y buscar fórmulas atractivas que permitieran que distintas generaciones pudieran nadar juntas, porque la natación es un deporte sin edades o si queréis, para todas las edades, muy educativo y muy sano.

Y es un deporte de club. ¿Cuántos clubes realizan esfuerzos para integrar la Natación Absoluta y la Natación Máster en España?. Porque en el resto de Europa esto no es un problema, pero en España, lo parece.
¿No somos nadadores y nadadoras del club, que defendemos sus colores y gritamos su nombre en las competiciones?. ¿No somos nadadores y nadadoras que vestimos la misma indumentaria deportiva? ¿No somos nadadores y nadadoras que asumimos las mismas reglas técnicas de un deporte que es el mismo?
¿Porqué las reticencias?
La Natación Máster es un deporte del club, no somos cuatro viejos que venimos a tirarnos al agua. Ahora ya venimos con récords continentales y con valores que transmitir a los niños/as y a los adolescentes. ¡Estamos aquí!

¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad.
Simone de Beauvoir

5 de abril de 2011

9. Natación y Estímulo

Magda Vives

Luís era un hombre sencillo, corriente, de los que pasa desapercibido entre las multitudes y sin más aliciente que su trabajo de informático que le apasionaba. Vivía en Barcelona, en un barrio pequeño, la Barceloneta, en un apartamento demasiado pequeño y en el que intentaba pasar las menos horas posibles. Cuándo lo hacía, siempre era para estar delante de la pantalla de su Mac. Sus días pasaban lentos excepto cuando estaba delante de un ordenador, ahí se le iba el mundo de vista y podía pasarse horas y horas “surfeando” por la red, descubriendo cosas que en otra época hubiera sido impensable descubrir y se sentía afortunado por poder hacerlo. A menudo sus comidas se limitaban a una pizza servida a domicilio y una coca-cola que tomaba “light” para sentirse menos culpable, aunque sabía que todo eso no era lo más adecuado para su salud. Se sentía atrapado en su cuerpo. Sabía que tenía que hacer algo para remediarlo pero estaba entrando en un círculo vicioso. Cuánto menos cosas hacía menos ganas tenía de hacerlas. Recordaba otras épocas, cuándo era mucho más joven, cuando practicaba su deporte favorito, la natación, en la piscina del Paseo Marítimo al lado del Hospital del Mar -parecía que habían pasado mil años- y que cuando se miraba en el espejo, veía un cuerpo atlético, esbelto y sin pizca de grasa. Eso ya no era así, desafortunadamente. Le dieron un verdadero susto cuando en la revisión médica de la empresa, al hacerle la analítica de rutina, le detectaron importantes alteraciones que ponían en peligro su salud y posiblemente su vida. Su tensión arterial era muy alta, el colesterol (el malo) se encaramaba a límites muy peligrosos. Su obesidad era manifiesta. La baja médica podía ser demasiado para un hombre como él, inquieto y a la vez pasivo, y se veía en la necesidad de hacer alguna cosa por él mismo e intentar el cambio de los hábitos cotidianos. Todavía tardó unos días en reaccionar, pero sin saber cómo, un día cargó con su bolsa de deporte y se fue a la piscina. Desgraciadamente aquel complejo deportivo de su adolescencia ya no existía, lo habían sustituido por otro, también al lado del mar, en el mismo barrio pero completamente distinto al antiguo. La piscina no tenía nada que ver, aunque nadar era una de las cosas que se le habían dado mejor en la vida y lo único que -físicamente- sabía coordinar con una cierta gracia. Le costó tanto, moralmente, llegar a la instalación que no sabía si iba a poder repetirlo en días posteriores. Cuando consiguió entrar en el bañador se sintió ciertamente avergonzado, se tapó con una toalla y salió decidido a meterse en el agua lo más rápido que le fuera posible para que nadie viera, por mucho tiempo, cómo había degenerado su cuerpo. Intentó nadar “veinticinco metros”, se dijo, a ver qué pasa. Cuando era joven y estaba en forma, el Estrecho de Gibraltar se le hubiera hecho mucho más llevadero que esos veinticinco metros que acabó con demasiada dificultad. Recuperó aire y suspiró. El primer paso estaba dado. Aún seguía pensando cómo iba a superar aquello cuando la vio. ¿Era ella? Hacía tanto que no la veía… pero su mirada no había cambiado. Aquellos ojos verdes… Ni siquiera se atrevió a saludarla. Además estaba seguro de que ella no le había reconocido. Sin saber cómo, volvió nadando -como pudo- hasta el otro lado, “cincuenta metros” -pensó- y sin detenerse, se fue al vestuario para regresar a casa. Durante ese día, el recuerdo de aquella mirada le animó y, por primera vez en muchos años, hizo planes de futuro. No sabía cómo pero tenía que superar aquella situación. Al día siguiente, sin recordar siquiera cómo había llegado, se encontró de nuevo en el agua. Esta vez se sintió un poco más ligero (tal vez por el hecho de poder volver a verla de nuevo) y, decidido a no contar las piscinas, nadó hasta que quedó exhausto. Nadó más de lo que se hubiera imaginado, se sentía bien. La estaba esperando y ahí estaba -de nuevo- ella. Notó un rubor y una sensación de bienestar en cuanto ella entró al agua. Sin saber cómo, siguió nadando, esperando ansioso llegar a la otra orilla para poder lanzarle una mirada escondida. Durante los siguientes días ocurrió prácticamente lo mismo. Intentaba acudir a piscina, más o menos, a la misma hora y cada día nadaba más y un poco más rápido y, aunque nunca se atrevió a dirigirse a ella ni siquiera en un tímido saludo, pudo comprobar que no hay nada como un buen estímulo para conseguir lo que pretendes. Saber que iba a verla cada día le empujaba a levantarse de la cama y hacer el esfuerzo cotidiano de hacer un ejercicio poco traumático para un obeso y comer más frutas, ensaladas y verduras. Desde que un día la había visto con otro hombre, su estado de ánimo cambió, pero siguió nadando, quizá esta vez para olvidar que nunca podría estar a su lado. María estaba con otro, eso le limitaba, pero le consolaba el hecho de que podía seguir viéndola. De una cosa sí que estaba seguro: Le estaba más agradecido a ella por su presencia y por sus miradas, que a otras muchas personas que le rodeaban. Le había ayudado mucho, aunque ella nunca lo sabría. Intuyó que estaba casada, era lógico después de tantos años, por lo que pensó que la relación era casi imposible, no iba a ser él quien destruyera su estabilidad emocional. Aún así siguió admirándola, observándola y, tal vez, deseándola día tras día…, durante un largo tiempo. Pasó casi un año para darse cuenta de los cambios, su cuerpo iba volviendo a la normalidad, los parámetros de la analítica de sangre se normalizaban y la revisión médica fue catalogada dentro de la normalidad y, lo que es más importante, él había recuperado su autoestima y su confianza. Se sentía capaz de cualquier cosa menos de hacer sufrir a aquella mujer tan bella de ojos verdes. Las cosas no cambiarían si dependía de él. No era sólo su forma física o su estructura actual, algo había cambiado en su forma de ser, en su manera de pensar, se sentía otra persona. Una gran frase le vino a la mente: “Hoy es el primer día del resto de mi vida”. Ya estaba preparado para la primera competición de esta nueva etapa: Su nueva vida.